Corría el año 1990 cuando el destino hizo que coincidiésemos
en La Ley; ¿en Goya, en Serrano,…? El
sito era lo de menos. Las ventas y los clientes nos unieron. Y yo creo que
encajamos bastante bien, ¿verdad, Emilio? Profesionalmente, eras necesario en
mi vida diaria; pero, por encima de eso, nuestra amistad empezó a tomar cuerpo.
El destino quiso que en el año 1994 nuestras carreras se separasen; pero, mira
por donde, ese mismo destino, me llevo a oír tu voz un buen día de agosto de
2003, en este edificio de Las Rozas. Desde entonces, hasta ahora, amigo. Más
ventas, más clientes; pero…. más Flamenco; y esto sí que es importante. No
puedo imaginarme esta empresa sin ti; ya sé todo ese discurso de “todos somos
importantes, pero no hay nadie imprescindible…” que se dice en todas las compañías
del mundo. Sí, pero no logro ver esto sin ti. ¿Por qué será? Alma mater, que se
suele decir. Cuando escribo esto siento esa sensación agridulce que hace que
rías y llores al tiempo. Ya te contaré en esos buenos ratos “postflamenco” que
espero que sigamos teniendo. Aquí, y allá donde estés, tienes un gran amigo
para todo lo que quieras. Ojalá que te vaya muy bien, seas muy feliz, con mucha
salud, y disfrutes mucho de la vida. Todo lo mejor para ti, AMIGO. Un abrazo enorme