lunes, 21 de enero de 2019


Corría el año 1990 cuando el destino hizo que coincidiésemos en La Ley; ¿en Goya, en  Serrano,…? El sito era lo de menos. Las ventas y los clientes nos unieron. Y yo creo que encajamos bastante bien, ¿verdad, Emilio? Profesionalmente, eras necesario en mi vida diaria; pero, por encima de eso, nuestra amistad empezó a tomar cuerpo. El destino quiso que en el año 1994 nuestras carreras se separasen; pero, mira por donde, ese mismo destino, me llevo a oír tu voz un buen día de agosto de 2003, en este edificio de Las Rozas. Desde entonces, hasta ahora, amigo. Más ventas, más clientes; pero…. más Flamenco; y esto sí que es importante. No puedo imaginarme esta empresa sin ti; ya sé todo ese discurso de “todos somos importantes, pero no hay nadie imprescindible…” que se dice en todas las compañías del mundo. Sí, pero no logro ver esto sin ti. ¿Por qué será? Alma mater, que se suele decir. Cuando escribo esto siento esa sensación agridulce que hace que rías y llores al tiempo. Ya te contaré en esos buenos ratos “postflamenco” que espero que sigamos teniendo. Aquí, y allá donde estés, tienes un gran amigo para todo lo que quieras. Ojalá que te vaya muy bien, seas muy feliz, con mucha salud, y disfrutes mucho de la vida. Todo lo mejor para ti, AMIGO. Un  abrazo enorme

Querido Emilio Me resisto a imaginar que no vas a estar con nosotros en el día a día y que no podremos hacer nuestras reuniones de bombero...